Hablar de trauma es hablar de ese momento donde el ritmo cambia, donde el tiempo se ralentiza y donde de repente es como si se estuviera en otra esfera. Cambia la luz, cambia todo, y es entonces cuando puede decirse que hemos tocado trauma.
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Un día cualquiera, sin saber por qué ni cómo, un piloto automático palpita estrepitosamente indicándote que algo falla. Su mirada ya no te devuelve esa imagen de ti que sólo él o ella puede reflejarte y en la que te reconoces. Ocurre que el ruido ensordecedor del piloto sólo lo oyes tú. Es el miedo. Tu mundo se desmorona y parece que ahí dentro, que en él o ella todo sigue igual. Entonces ocurre que el tiempo se altera, los días se acortan y se alargan caprichosamente, el futuro se encoge y lo que antes era el mañana hoy es el ahora. Cada día es un duelo, hay una pérdida y te acompaña la sensación de que algo se va, de que algo se muere, algo estás perdiendo por el camino.
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